miércoles, 28 de abril de 2010

EE.UU. vs Suecia

Estimados amigos: he querido subir al blog este interesante análisis por dos motivos:

1. Estimula la discusión sobre la teoria y la práctica en la aplicación de ideologías y modelos económicos, lo cual será siempre un tema vigente en cualquier parte del mundo

2. Provoca preguntas a aplicar en el caso de Honduras y de América Latina.

El artículo es extenso, pero muy útil para el análisis académico y político.

Lo bajé del sitio de Estrategia y Negocios:

http://www.estrategiaynegocios.net/valoragregado/Default.aspx?option=9745


Por: Javier Argüello Lacayo,
miércoles, 28 de abril de 2010

EE.UU vs. Suecia
Hoy, el socialismo sueco es más capitalista y republicano que el modelo estadounidense que dejó la era Bush.


El vicio inherente del capitalismo es la inequidad en el reparto de las bendiciones, la virtud inherente del socialismo es el reparto equitativo de las miserias."

Winston Churchill



La oposición política estadounidense expresa, cada vez más alto y violentamente, cómo el progreso de Estados Unidos está siendo amenazado por las “políticas socialistas” de Barack Obama, quien aspira, a juicio de sus opositores, a “secuestrar, centralizar y estatizar” importantes componentes de la economía.

Grupos conservadores lo comparan con Stalin, Lenin y Marx. Temen que Obama convierta a Estados Unidos en uno de los modelos “fracasados” –a juicio de sus oponentes– de países europeos, en particular de los nórdicos. El sueco es frecuentemente descripto como uno de los “modelos peligrosos” que inspiran a Obama.

En los primeros doce meses, se acusa a su gobierno de haber secuestrado la industria automotriz, financiera y bancaria. Y, además, de haber forzado el control absoluto del sistema de salud. También argumentan que Obama alimenta el odio en contra de Estados Unidos por admitir errores de la política exterior de su país.

La virulencia de los opositores llega a tal punto que surgieron grupos que oran públicamente “por la muerte de Obama”. Quienes apelan a estos extremos lo acusan de cometer un “pecado mortal” en la política económica –robar libertades económicas e individuales (lo cual es sagrado en Estados Unidos) – mientras incrementa el gasto público, lo cual hipoteca el futuro del país, aseguran.

Pocas veces en la historia se ha visto una oposición tan enfurecida y masiva produciendo un país altamente polarizado.


¿De qué principios hablamos?

Frente a este escenario, vale la pena repasar brevemente los principios republicanos que impulsan este movimiento. El partido Republicano tuvo su auge con el presidente Ronald Reagan. En un debate de campaña presidencial en 1979, cautivó al público cuando declaró “el gobierno es el problema”, enfatizando que el mercado era la solución.

Este partido está supuesto a representar los valores del capitalismo y la libertad económica; la autosuficiencia; la igualdad de los derechos, oportunidades y justicia; la libre expresión; el espíritu emprendedor; y sobre todo la responsabilidad fiscal, la cual debe coexistir con una baja tasa de impuestos.

En cuanto a la política exterior, los republicanos promueven la intervención por la paz, la democracia, la libertad y los derechos humanos.

Durante su apogeo, el partido Republicano tuvo un impacto enorme en las mentes y corazones de los latinoamericanos, en particular de la generación que hoy está en la cima de su carrera: la que nació en las décadas de los 50’s y 60’s. Aunque algunos coquetearon con el socialismo, finalmente se sintieron traicionados e ingenuos.

La generación previa, que nació en los años 30 y 40’s, evidenció el ascenso moral y económico de Estados Unidos, con el mundo admirando su progreso y buscando emularlo.

La admiración fue menos universal para la siguiente generación. Las guerras de Corea y Vietnam, junto con una serie de golpes de estado a lo largo de Latinoamérica –auspiciados abiertamente por la CIA– para remplazar gobiernos democráticos con dictadores militares alineados a la política exterior imperante entonces en Estados Unidos, desprestigió la retórica moralista y capitalista, demostrando supremacía militar corrupta.

El presidente Eisenhower advirtió, en 1952, de los peligros de crear un complejo militar indomable. La generación de los 50’s y 60’s latinoamericana vivió estos peligros ya que creció bajo regímenes militares opresivos y corruptos financiados por Estados Unidos.

Resentidos con el abuso del poder militar estadounidense y buscando alternativas, aquella generación fue seducida por movimientos hippies y utópicos, que buscaban respeto a las libertades individuales, paz y justicia social. Muchos se enamoraron, entonces, del socialismo.

Los intelectuales de derecha tildaron a estos de “tontos útiles” por promover ideologías que poseían nobleza teórica pero luego producían catástrofes económicas a todos los segmentos de la población.

En los 70’s muchos de esta generación, graduados universitarios, rechazaron el capitalismo para convertirse en revolucionarios y apoyar movimientos socialistas en sus países. Sin embargo, la decepción no les tardó en llegar: por los resultados obtenidos, y probablemente sintiéndose algo usados por su ingenuidad intelectual, los “tontos útiles” quedaron convencidos de rechazar firmemente cualquier ideología que tuviera rasgos de socialismo.


Así, en una vuelta de tuerca ideológica, volvieron a abrazar firmemente el libre mercado, representado por el capitalismo e identificado con el partido Republicano. Se despidieron de su década hippie, guardando esta como parte de una juventud idealista, de mucho corazón y poca mente. El engaño los hizo madurar y esa madurez incluyó la entronización de “la autosuficiencia”.

La lección internalizada fue la siguiente: el socialismo es la imposición gubernamental, bajo un sistema en el cual el Estado toma control sobre los factores de producción de una economía, provocando que el sistema se degrade hasta provocar su colapso. Por el contrario, la competencia provoca la innovación y reduce los precios, mientras que su ausencia produce lo opuesto.

En la mente de muchos estadounidenses, Obama representa el socialismo –para quienes fueron parte de la generación de “tontos útiles”, esto es un fracaso comprobado en Latinoamérica. Rusia demostró por décadas que el socialismo no funciona y Estados Unidos demostró al mundo, bajo la presidencia de Reagan, que el capitalismo lo derrotó y es la solución.

¿Por qué teniendo una victoria tan contundente e histórica contra el socialismo, Estados Unidos se atrevería a aplicar políticas económicas fracasadas a su fórmula exitosa?

La respuesta es que el capitalismo se ha deformado y está bastante enfermo. Se ha transformado en un modelo que socializa los riesgos y privatiza los retornos. Se ha vuelto un juego sucio y corrupto donde pocos actores dominan sus industrias y velan por favores políticos que previenen la competencia que caracteriza el libre mercado.

Probablemente, el liderazgo político del capitalismo abusó de esa enorme base de creyentes ciegos que generó y ahora es ese liderazgo –no los socialistas– quien los usa de tontos útiles.

La generación de latinos en la cima de su carrera no la ha tenido fácil, han sido tontos útiles de la izquierda, pero también de la derecha. En gran parte, esto explica la polarización política latinoamericana.


La generación de los tontos útiles tiende a creer que los republicanos representan el capitalismo y que Obama representa el socialismo. Ojalá fuera este el caso. Los próximos párrafos separan la realidad económica de la retórica política para ver que hay detrás del disfraz ideológico.

En efecto, a continuación se presenta una comparación entre el socialismo sueco y el capitalismo estadounidense, evidenciando la ausencia del capitalismo y las consecuencias negativas de sus sustitutos.

Como los indicadores económicos demuestran, Estados Unidos, y los republicanos en particular, son mas socialistas de lo que la población piensa, y los suecos son más competitivos de lo que las caricaturas (noticias partidarias) estadounidenses reflejan.


Realidades y retos

El nivel de socialismo de un país se puede medir en términos de la importancia que tiene el gobierno en su economía. Entre más estatiza y excluye al sector privado de la economía, mayor su representación. Se esperaría que el gobierno de Suecia tuviera un porcentaje significativamente superior al de Estados Unidos. Comparando el último año del gobierno de George W. Bush, el tamaño del gobierno de Estados Unidos representaba un 25% de la economía, mientras que el gobierno sueco representa un 29% y el gasto público por ciudadano es un 9% mayor en Suecia.

Ambos están lejos de la utopía capitalista o del desastre socialista que se advierte enfáticamente. Incluso, Suecia usualmente no gasta lo que no tiene, mientras que Estados Unidos vive con déficit presupuestario, asumiendo que puede prestar sin límite porque su moneda es el estándar global y por ende su economía es indestructible.

La deuda pública de Estados Unidos es casi el doble de la sueca (en proporción a su economía) y sostiene un déficit significativo en su comercio exterior, mientras que Suecia cuenta con superávit. Pero, dada la enorme variación en la direccionalidad del gasto (en Estados Unidos, es hacia el sector militar y en Suecia, hacia el social), los resultados son muy distintos.

El desempleo es actualmente alto en ambos países, un poco mayor en Estados Unidos que en Suecia. Ahora, a pesar de producir un ingreso per cápita ligeramente menor, los suecos sostienen una tasa de ahorro seis veces superior a la de los estadounidenses (7,8% vs.1,2%, sobre datos de 2008), lo cual es imprudente para su nivel de riqueza. Era casi 11% en 1982 .

El porcentaje de personas que viven en pobreza en Estados Unidos (13%) es más del doble que en Suecia

(6%). ¿Cómo puede ser más alto el ingreso de Estados Unidos junto con la pobreza y la menor tasa de ahorro? Esta paradoja se explica con la distribución de la riqueza.


Inequidad y prosperidad

Una de las formas de medir el grado de inequidad de un país es a través del coeficiente de Gini, el cual genera un puntaje entre 1 y 0, donde 0 se corresponde con la perfecta igualdad (todos tienen los mismos ingresos) y 1 se corresponde con la perfecta desigualdad (una persona tiene todos los ingresos y los demás ninguno).

Cabe aclarar que mucha equidad en una sociedad es indeseable y la inequidad es necesaria para el desarrollo, pero insostenible en sus extremos, especialmente para un país desarrollado. Extremos de equidad o desigualdad son peligrosos. Mucha equidad elimina el espíritu emprendedor, que es vital para una economía, mientras que mucha inequidad tiende a crear corrupción en el sistema y limitar el crecimiento de la economía. El primero es el riesgo que tiene Suecia mientras que el segundo es el riesgo de Estados Unidos.

Latinoamérica es la región con mayor inequidad del mundo (provocando inestabilidad política, secuestros, crimen, etc.) y Estados Unidos tiene una tasa similar a la de Venezuela, México, Brasil y Ecuador.

No existe un país tan rico con tanta inequidad como Estados Unidos, la cual surgió desde los 80’s. Hoy en día, el 1% más rico representa el 40% de los ingresos nacionales, devengando en promedio un ingreso casi 200 veces superior al promedio del país (era 131 en 1983).

El salario promedio, en precios constantes, no ha tenido incremento en las últimas tres décadas. Durante las épocas de mayor crecimiento económico en Estados Unidos, la tasa de ahorro oscilaba por un 10% y la concentración de riqueza del 1% más rico del país era menos de la mitad de la actual, habiendo una correlación alta y negativa entre el nivel de ahorro y la concentración de riqueza.

La última vez que la inequidad en Estados Unidos llegó al extremo actual provocó la especulación, burbuja financiera y crisis de la Gran Depresión. Este no es un argumento en contra de la riqueza o de los ricos, como suele ser el argumento retrograda populista. Más bien, es en contra del secuestro del capitalismo y la democracia a través de la concentración de poder económico ya que reduce o amenaza el progreso económico del país.


¿Educados o armados?


Durante el último año de la presidencia de George W. Bush, Estados Unidos gastó US$39millones en educación, lo cual representa US$520 por estudiante o el 1,3% del presupuesto de Estados Unidos.

El gasto militar fue de aproximadamente US$3.600 per cápita –tomando en cuenta los gastos directos e indirectos.


En comparación, Suecia invierte un 14% de su presupuesto en educación, reflejando un gasto aproximado de US$3.700 por estudiante –más de siete veces el promedio estadounidense en educación pero muy similar a lo que gasta Estados Unidos en defensa por ciudadano. El gasto militar de Suecia es de US$680 per cápita, similar al gasto de educación de Estados Unidos.


Las prioridades de cada gobierno están claras: Suecia educa a sus ciudadanos mientras Estados Unidos arma (a sus contratistas). Consecuentemente, Estados Unidos obtiene ranking tercermundista en el índice de paz (ocupando el puesto 83) mientras que Suecia ocupa el sexto lugar.

Suecia aplica un modelo estatista a su educación, siendo obligatoria la educación hasta los 16 años. Irónicamente, la revista The Economist, la cual aboga por el libre mercado, clasifica el sistema educacional sueco como “revolucionario” en su aplicación del libre mercado y modelo de privatización, siendo uno de los más innovadores y avanzados del mundo . En este caso, el sistema estatista permite y fomenta la competencia exitosamente desde 1992.


La prueba está en los resultados. Los estudiantes suecos de secundaria obtienen el primer lugar en el mundo en ciencias y el segundo en matemáticas, comparado con los puestos 24 y 25, respectivamente para los estudiantes estadounidenses, conforme a datos de la OCDE, correspondientes a 2008.

Mientras Suecia educa su futuro, lo cual representa la productividad de su economía, Estados Unidos opta por engrandecer su dominio militar. Difícilmente se podría tildar de fiscalmente responsable o capitalista un gasto militar deficitario y creciente.


Encarcelados


Estados Unidos tiene la tasa de encarcelados más alta del planeta, con 728 de cada 100.000, lo cual es seis veces el promedio de los países desarrollados y 11 veces el promedio de Suecia.

Durante los últimos 25 años, la población de encarcelados en los Estados Unidos ha crecido 274%, a 2,3 millones en 2008, según un estudio publicado por el Centro de Investigación Pew, en Washington DC. Este crecimiento ha provocado un gasto récord de US$51.700 millones -un promedio de US$29.000 anuales por prisionero.

En Estados Unidos se invierte 30% más en 2,3 millones de criminales que en sus 75 millones de estudiantes. El crecimiento explosivo en el número de encarcelados se inició en los 80’s cuando el presidente Reagan lanzó su guerra contra las drogas, lo cual varias décadas de evidencia demostraron que no es más que un canal para la venta de armas. Nunca se acompañó esa política con inversiones destinadas a reducir la demanda de drogas, a través de la rehabilitación y la prevención del consumo.


Durante la última década, el costo por encarcelado se ha incrementado un 50% en Estados Unidos, otro ejemplo de socialismo corrupto con máscara de capitalismo.

En el caso de Suecia, el abuso de drogas también ha fomentado el crimen y representa un porcentaje importante de las encarcelaciones, al igual que el alto flujo de emigrantes que el país ha recibido. Pero, han recurrido a la modernización del Código Penal y a la innovación tecnológica para reducir costos operativos de las cárceles por un 20%.


Puertas afuera

La contradicción en el modelo operativo de la ayuda externa de Estados Unidos es tan obvia como lo es desconocida, lo cual es irónico y triste.

Entre los problemas principales de la ayuda externa esta la planificación centralizada (estilo comunista) bajo la cual el Departamento de Estado decide exactamente qué receta le brindará a cada país que elige para una donación.

Luego, usualmente a través de Usaid, se le pide a sus “socios comerciales” que “liciten abiertamente” para

obtener estos contratos. Los contratistas buscan como incrementar su probabilidad de “complacer al donante” reclutando agresivamente al personal de Usaid.

La innovación o creatividad de parte del contratista es un riesgo a este proceso rígido. Luego, el país pobre, recipiente de la supuesta ayuda, es notificado de sus necesidades y su remedio.


Llega un grupo de consultores internacionales enviados por el contratista y en representación de las utilidades del contratista para “implementar la solución.”

Escasamente se contrata pensamiento local para diseñar el proyecto ni se permite modificar el plan ya que el autodescubrimiento e innovación del capitalismo no son necesarios para el tipo de desarrollo económico que se promueve. La elección de países para ayudar es basada en los intereses geopolíticos militares que usualmente cuentan con gobiernos corruptos y autocráticos. A la vez, la ayuda es atada –condicionada– a comparar los servicios y productos estadounidenses.


Los Estados Unidos no han podido reformar este modelo operativo porque está completamente secuestrado por intereses políticos y económicos que se han creado a su alrededor en las últimas seis décadas. Los países escandinavos, Suecia en particular, se han separado de este modelo y ofrecen ayuda incondicional que incorpora las necesidades y el pensamiento de los países donatarios.

Tampoco permiten que la ayuda externa la defina su equivalente al Departamento de Estado ya que este la usa con fines político. En vez, han elevado la importancia y autonomía de la ayuda a nivel de ministerio. Difícilmente podrán cambiar a los grandes donantes, pero definitivamente representan un modelo operativo superior y deseable para Latinoamérica.



Conclusión


Suecia tiene miles de retos en particular como recuperar la ambición laboral y empresarial. En parte se debe a la falta de desigualdad, altas tasas de impuestos y comodidad relativa de una vida ociosa que su sistema provee muy fácilmente. Pero no es la amenaza que pintan los medios en Estados Unidos para evadir la introspección que es mucho más amenazante.


Los políticos pueden mentir, pero las cifras no. ¿Entonces, cómo se explica que un país que supuestamente representa la prosperidad del capitalismo ahorre menos, deba más, tenga mayor tasa de pobreza y desempleo que un país socialista?


La realidad es que Estados Unidos tiene tres décadas de traicionar al capitalismo democrático, gradualmente gobernando a favor del 1% que financia las elecciones y tiene comprada la lealtad de los políticos con el cabildeo.


Los síntomas de la corrupción de la cúpula económica y política son cada vez más evidentes. Los problemas más graves de Estados Unidos no son partidarios como el 1% quiere que el resto piense.

Para ocultar la corrupción, los medios de comunicación buscan una nueva generación de “tontos útiles”, polarizando la población con cuentos chinos que ofuscan.


La libertad de los medios de comunicación, considerada sagrada en Estados Unidos, ha caído al veintavo puesto mientras la Sueca ha surgido al primer lugar.

La población aún no asume que Estados Unidos posee una mezcla rara entre un “socialismo sin beneficios sociales” y un “capitalismo subsidiado”. En efecto, el gasto público del país es excesivo y no beneficia a la población. Más del 50% del presupuesto se gasta ineficientemente en salud y exageradamente en defensa.


Los que se oponen y acusan a los demócratas de socialistas son los tontos más útiles del sistema.

¿Dónde estaban los anti-socialistas cuando el partido de la responsabilidad fiscal y el libre mercado produjo US$2,3 trillones en déficit presupuestario, de 1981-1992?

George W. Bush heredó un superávit y lo convirtió en un déficit inmediatamente. No rechazó un solo gasto en sus primeros cinco años, creando el incremento en gastos discrecionales más alto en los últimos 40 años, mientras redujo sus ingresos tributarios . Esto incluyo la socialización de la medicina, cuando aprobó el Medicare Bill que subsidia los costos de las subscripciones y represento un gasto de US$1,2 trillones.


¿Dónde estaban cuando los cabilderos que influyen al Congreso pasaron de 16.000 (en año 2.000) a 70.000, cuando concluyó la era Bush?


¿Dónde estaban cuando se les engañó sobre una amenaza falsa en Iraq para provocar una invasión que se prometió costaría US$50.000 millones y costará al país entre US$2,5 y US$3,5 trillones ? ¿Cuándo se invadió su privacidad bajo la excusa de seguridad nacional con el Patriot Act?


¿Cuándo asumirán estos tontos útiles que el partido que representaba los valores de libre mercado está secuestrado, y de nada sirve culpar al otro partido que está igual de secuestrado?

El cáncer del capitalismo no está contenido en el órgano demócrata, es universal y no entrará en remisión si la población no acepta la metástasis para aplicar radiación completa.


Las políticas de ambos partidos han sido secuestradas por el cabildeo agrícola (proteccionismo socializa la producción); el cabildeo bancario (crisis financiera socializó las pérdidas); el complejo militar industrial (vende las armas que amenazan al país y promueve guerras innecesarias); la ayuda externa (ejemplifica el comunismo con su planificación centralizada, la cual es distribuida de forma corrupta y perversa por un cartel con fin de lucro, sin monitoreo ni auditoría independiente); una población menos competitiva (mentalmente menos educada e ideológicamente más radical, polarizada, desconectada de la realidad y relativamente ignorante de los eventos mundiales) y medios de comunicación comprados y partidarios.


El reto inmediato es el endeudamiento insostenible de todos los sectores de la economía. El reciente ascenso económico (recuperación después de la crisis) confrontará la realidad de esta deuda pronto. Inevitablemente, provocará una caída en la Bolsa y posiblemente tenga efectos deflacionarios.


El optimismo estadounidense cree que la lección de Japón no aplica en este caso –a pesar de que la burbuja japonesa era menor a la norteamericana y sus ciudadanos disponían de altas tasas de ahorro.



1 -Bureau of Economic Analysis: National Income Accounts, Table 2.1 (Gobierno de EEUU)

2-The Economist, “Making Money from Schools: The Swedish Model” (Junio 2008)

3-Centro de Investigacion Pew – Marzo 2, 2009 (publicado por Reuters)

4-Gobierno de EEUU: Presupuesto Federal del 2001 al 2008

5-Washington Post, 2008

6 -Estimado de la oficina del Presupuesto Federal de EEUU (CBO)

martes, 6 de abril de 2010

APUNTES SOBRE LA POLITICA EXTERIOR DEL ACTUAL GOBIERNO

Al igual que en materia de política interna, el gobierno de Lobo Sosa se ha dedicado, desde su primer día en el poder, a restablecer el estado de cosas que prevalecía en la política exterior de Honduras antes de la crisis que estalló en junio.

En sesión televisada de Consejo de Ministros del pasado martes 9 de marzo, el Presidente Porfirio Lobo Sosa, le preguntó a Mario Canahuati, Canciller de la República, qué tan cierto es que un país necesita formar parte de la Organización de Estados Americanos (OEA) para poder recibir créditos por parte del Banco Interamericano de Desarrollo-BID- y de otros organismos.

La respuesta del Canciller fue vaga. Dijo que estaban investigando, y admitió no tener mayor información al respecto. Pero puntualizó que él creía que sí, que era necesario formar parte del organismo interamericano para obtener financiamiento externo.

La respuesta correcta es no, no es así.

Fue muy revelador, y sobretodo preocupante, constatar que a esas alturas, a cuarenta días de haber ascendido al poder, ni el Presidente de la República, principal responsable de la política exterior del Estado, ni el Canciller, jefe de la diplomacia hondureña, sabían con certeza si Honduras necesitaba reintegrarse a la OEA para tener acceso a fondos de algunas instituciones financieras internacionales.

Sin embargo, a pocas horas después de la toma de posesión del nuevo gobierno, Lobo Sosa había ya hablado por teléfono con José Miguel Insulza, Secretario General de la OEA, para iniciar las gestiones para el retorno de Honduras a dicho organismo, según reveló el mismo Lobo Sosa.

Si el Presidente no tenía información más completa y confirmada para tomar una decisión, ¿por qué entonces procedió a contactar a Insulza apenas entró a Casa Presidencial? ¿Por qué aseguraba insistentemente ante la opinión pública -ahora sabemos que sin conocimiento de causa- que el país necesitaba regresar a dicho organismo “en beneficio del pueblo, que es el que más sufre”?

La respuesta a esa interrogante es sencilla: porque el único criterio en la política exterior del actual gobierno, es restablecer el status quo previo al 28 de junio de 2009. Esta es una realidad que se hace evidente ante los hechos, al margen de nuestra postura particular sobre el retorno de Honduras a la OEA.

Al igual que en materia de política interna, el gobierno de Lobo Sosa se ha dedicado, desde su primer día en el poder, a restablecer el estado de cosas que prevalecía en la política exterior de Honduras antes de la crisis que estalló en junio.


Fin al aislamiento

A raíz de los acontecimientos, ya por todos conocidos, de aquélla fecha, y hasta el 27 de enero de 2010, las relaciones internacionales de Honduras se caracterizaron por el aislamiento al que fue sometido el país. Este aislamiento se dio en dos vertientes: a nivel bilateral, es decir, en las relaciones de Honduras con otros países, y a nivel multilateral, en lo que se refiere a las relaciones de Honduras con organismos internacionales.

La prioridad del gobierno de Porfirio Lobo en materia de política exterior ha sido restablecer las relaciones con todos aquéllos gobiernos y organismos con los que se rompieron o interrumpieron a raíz del la crisis política, sin tomar en cuenta ningún otro criterio decisorio. El objetivo de esta política es claro: recaudar la mayor cantidad posible de cooperación financiera para Honduras. Es decir, dinero.

No hay duda en cuanto a que Honduras debe romper ese aislamiento y restablecer relaciones con países y organismos. Pero este proceso debería de ser sujeto de un análisis individualizado, caso por caso, en el marco del interés nacional de nuestro país. No debería diseñarse la política exterior del Estado en base a un criterio monotemático, especialmente de carácter financiero. Esa es una visión extremadamente reduccionista de las relaciones internacionales del país.

Implícitamente, con esta política, el gobierno de Lobo Sosa busca mantener el “modelo de desarrollo” que se ha aplicado en Honduras en las últimas décadas, basado en la dependencia económica y financiera de fondos reembolsables y no reembolsables. Estos fondos provienen de países como los Estados Unidos y los Estados integrantes de la Unión Europea (UE), entre otros, así como de organismos multilaterales como del BID, el Banco Mundial y el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE).

La cooperación financiera internacional cubre más del 70% del presupuesto nacional, según confiesan las autoridades de la Secretaría de Finanzas y de la Cancillería. En otras palabras, Honduras, al igual que otros países tercermundistas, depende de esos fondos para su funcionamiento como Estado, y sin ellos, no hay forma de cubrir la totalidad de los egresos programados en el presupuesto. No al menos bajo el actual “modelo” de administración pública.

Dicho sea de paso, según ha informado el Secretario de Finanzas, William Chong Wong, en Honduras el 85% del presupuesto nacional se destina a pagar los salarios de los empleados públicos. Habría que desmenuzar más a fondo el argumento esgrimido por el gobierno de que se necesita la cooperación internacional para beneficio de “los más pobres”. Con el dato proporcionado por Chong Wong pareciera más bien que la cooperación internacional se requiere sobre todo para sostener el modelo gubernamental tradicional, basado en el clientelismo político del partido en el poder.

El gobierno de Lobo Sosa ha ignorado las demandas de cambio que ha hecho la opinión pública nacional en la política interna y exterior del país. En cuanto a política exterior, por ejemplo, se hace evidente que no habrá una revisión de carácter administrativo: ¿Necesitamos todas las representaciones diplomáticas que tenemos actualmente? ¿Necesitamos tener la cantidad de personal que actualmente tenemos en cada una de esas Embajadas y Consulados? ¿Cómo se puede frenar la corrupción en los Consulados de los Estados Unidos? Esos problemas de fondo no se están abordando. Son más bien parte de ese status quo que este gobierno busca restablecer y preservar.

Una crisis desperdiciada

Una máxima en la administración es que nunca hay que desperdiciar una buena crisis. Sobre esa premisa, a raíz de la debacle financiera mundial que comenzó en 2008 y que azotó al globo con especial fuerza en 2009, miles de empresas y de instituciones públicas y privadas alrededor del planeta, se han replanteado sus filosofías de trabajo, sus procesos y sus objetivos organizacionales.

Sin embargo, las oportunidades de cambio en política interna y exterior que trajo la crisis interna hondureña de 2009, han sido desperdiciadas por el gobierno de turno. No se han revisado paradigmas, modelos ni estructuras políticas, económicas ni sociales. No hay cuestionamientos, no hay hipótesis, no hay imaginación ni creatividad alguna en el nuevo gabinete ni en el Congreso Nacional. En síntesis, no hay voluntad política para cambios de ningún tipo en el “modelo de desarrollo” del país.

Esta es una gran ironía para un gobierno que llegó al poder vendiendo el “Cambio Ya!”.

A nivel interno, esa ausencia de cambio se hace evidente con la aprobación del reciente “paquetazo”, maquillado con nombres exóticos y rebuscados. Pero en el fondo es más de lo mismo: el “modelo” fiscal se mantiene intacto. Los mismos de siempre pagarán más. Los mismos de siempre seguirán sin pagar. Se acudió a la salida fácil, práctica y de corto plazo para recaudar fondos para cubrir los pagos de salarios a los burócratas del Estado.

Por lo pronto, lo que tenemos entonces servido en la mesa los hondureños es el restablecimiento de un status quo político, económico, social y diplomático, cuyos frutos más sobresalientes han sido una deshonrosa plaza entre los tres países más pobres de América Latina y una aguda crisis política en el 2009, cuyas causas estructurales siguen sin resolverse.

De manera pues que no veremos, no al menos en los próximos cuatro años, cambio alguno, ni en política interna ni en la externa.

Y entonces nos preguntamos:
¿Quo vadis Pepe Lobo?
¿Quo vadis Honduras?